Corría el año 1988 cuando, desilusionado con que los dibujos animados que realizaba, poco se parecieran a los de las series que veía en ese entonces, me propuse imitar la estética de éstas a rajatabla. Lo que implicaba dejar los lápices de colores y marcadores a un lado, y comprometerme con pinceles, celuloides y rapidógrafos. La ambición hizo que del proyecto sólo resultaran algunos dibujos iniciales, que pasarían a quedar encajonados hasta el 2020, cuando fueron filmados y editados digitalmente.